La Historieta - Capítulo 1

Poltronacia no merecía el presente acaecido en un pasado muy cercano. No merecía sufrir la danza folklórica de aquella bombardeada ciudad de medio oriente (que en código haremos mención a ella como Baúl). Mientras los jugadores dejaban a libre albedrío el movimiento de su lengua extenuada en los exteriores de la cavidad bucal, los pájaros parecían maldecir al sol por el día infernal.

Un doloroso terremoto sacudió la entera población poltronera. Volaron los pájaron y las lenguas con el rechinchinear de dientes poltrodoncios. Incluso sus ex compatriotas sintieron el temblor, no, no, fue solo un pedo, me corrigió Williams, el traidor. El país quedó desbastado justo cuando el Mundial se aproximaba. Así como en México 86 eso significó sudor y lágrimas y la posterior satisfacción de haber gozado con la más alta maestría producida dentro de un campo de juego a lo largo de un torneo por un jugador, para el universo apoltrizado significó mucho menos. En verdad, la mayoría se vio alterada más con ese jugador con aires de sapiencia llamado hoy “Checho” Batista. Es difícil de entender cómo no se dejan la barba todos los jugadores del mundillo futbolero. Conte, ¿por qué carajo te afeitas los cachetes? Replica Sunderland.

La cuestión es que algo se rompió en el frasco de la vida. Sin embargo la ebullición de lava poltránica, roja y caliente no tardó en picarse, apareciendo desde adentro de una montaña, salvando a todos los compas. Así fue, no miento. Comenzó el Mundial. Verán a los viejos poltrosaurios volver a dominar la tierra, dicen unos. Oirán las trompetas poltrosónicas con contenido musical y barullo emocional golpiar los oídos ajenos, dicen otros. Digo, por el contrario, que perderemos el sábado con Baúl. Buuu buuu que mal final buuuu

1 comentario:
este escrito es espectacular!!! quien lo escribio!? clap clap...
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